Es una cuestión dotada de cierta hipocresía social. A la pregunta
¿Porqué los jóvenes son violentos?
Habría que contestar ¿Y porque no deberían de serlo, no lo fueron sus padres y sus abuelos? ¿No es la violencia un componente de la sociedad humana tan antiguo y necesario como la concordia, necesario en la oposición a tiranías y reivindicaciones?
Una sociedad desprovista de cualquier atisbo de violencia sería una sociedad inerte. No es un fenómeno perverso, inexplicable y venido de un mundo diabólico, sino un componente de nuestra condición que debe ser compensado y mitigado racionalmente por el uso de otros impulsos no menos naturales como la cooperación, la concordia, ...
Es un error pensar que los jóvenes no cultivarían fantasías violentas si no les fueran inculcadas por televisión. Por la misma regla, se podría afirmar lo contrario, que esta sacia nuestros impulsos demoníacos. Tales planteamientos violan la primera norma de cordura: separar la fantasía de la realidad, y olvidan una lección que se remonta hasta Platón: que la diferencia entre lo malvado y lo justo es que el primero lleva a cabo las fechorías que el segundo sólo sueña y descarta.
Se dice "hay que enseñar que la violencia nunca debe ser respondida con la violencia". Esto es rotundamente falso, y nada se gana enseñando falsedades. Por el contrario, hay que explicar que la violencia siempre es respondida antes o después por la violencia como medio natural para atajarla y que es precisamente esa cadena cruel de estímulo y respuesta la que la hace temible e impulsa a tratar de evitarle en lo posible.
Bruno Bettelheim ofrece un consejo al educador en este sentido: "Si permitimos que los niños hablen francamente de sus tendencias agresivas, también llegarán a reconocer lo temible de tales tendencias.
Sólo esta clase de reconocimiento puede conducir a algo mejor que, por un lado la negación y represión, y por otro, un estallido en forma de actos violentos. De esta manera la educación puede inspirar el convencimiento de que para protegerse a uno mismo, y para evitar experiencias temibles, hay que afrontar constructivamente las tendencias a la violencia, tanto las propias como las ajenas."
JR.
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