Hay veces en que los más pequeños rechazan a su padre en algún momento de su desarrollo, especialmente cuando está presente la madre y en lugar de ir a abrazar a papá van corriendo y se echan en los brazos de su madre. Sin motivo aparente el niño rechaza al padre y se pega a la madre negándose a separarse de ella. En estos casos pueden convertirse en unos momentos incómodos tanto para la madre que se siente culpable por ser la elegida y parecer que acapara al pequeño y lo sobreprotege y para el padre que se siente despreciado por el pequeño y tiende a culpar a la madre.
Tenemos que entender que es una etapa más del desarrollo infantil del pequeño, que es algo muy usual y que no es culpa de nadie en concreto. Los factores que influyen al rechazo a papá suelen ser muchos, quizá una ligera falta de implicación del padre, que no lo vea mucho a lo largo del día, que la madre se haya incorporado al trabajo lo que provoca que le niño cuando esté ella no se separe de la mamá al echarle en falta, que tenga poca autoestima… Para un niño pequeño su madre es lo principal y separarle de ella puede provocarle tensión, estrés, angustia, desencadenando muchas veces en rabietas.
Cuando cumplen los dos años muchas veces sufren una regresión en su comportamiento, quieren alejarse, investigar, dicen que no a todo y se apretujan contra la madre a la vez que quiere explorar el mundo. En esta etapa hay que tener paciencia, el padre debe comenzar a interactuar con el niño poco a poco, ocupando parte de su tiempo, jugando con él para que el alejamiento de la madre sea algo progresivo y evitemos así el rechazo a papá. El niño debe sentirse seguro y ver a su padre como alguien en quién confiar, estando siempre ahí sin enfadarse ni imponerse cuando sea rechazado si no con paciencia mostrándole su amor. Practicar actividades juntos ayudará a pasar esta etapa de transición y a acercarse más el padre y el hijo.
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