Es inevitable que los bebés crezcan y poco a poco se vayan convirtiendo en “personitas independientes” que ya tienen sus propios gustos, e incluso llegan a tomar sus propias decisiones.
Este momento es maravilloso porque nos muestra que nuestro pequeño está creciendo sano y feliz, aunque también puede resultar una etapa realmente complicada para los padres, que tendrán que comenzar a plantearse una disciplina con sus hijos.
Cuando el niño, que ya empieza a moverse por sí solo y a decir sus primeras palabras, es absolutamente capaz de comprender lo que significa la palabra “no” y comenzar a ayudar a los adultos, incluso cuando no le apetece en absoluto hacerlo.
Sin embargo, aún no está preparado para comprender el motivo por el que los adultos se enfadan cuando él no obedece, ya que no puede comprender las razones de ese enfado: para él nace de la nada, no encuentra el motivo. El pequeño no tiene capacidad para comprender que lo que acaba de hacer (pintó sobre los documentos que te tienes que llevar al día siguiente a la oficina, manchó tu vestido favorito, etc.), ha sido el pequeño desastre que acabó con tu paciencia.
Incluso si ha percibido la tensión previa, no habrá entendido cuál es el motivo que lo causó. No entiende tus sentimientos o tus problemas y lo que hay que saber entender es que tampoco tiene por qué. Todavía no le preocupan.
Si le regañas, es muy probable que te enfade aún más porque le entrará la risa; si le gritas, se pondrá a llorar. Si estas tan nerviosa que pierdes el control hasta el punto de darle un cachete o colocarle en su cuna, se quedará completamente extrañado y asustado.
Hasta que las razones del enfado de los adultos se tornan comprensibles para los más pequeños, el niño no podrá aprender nada útil de un castigo. Cuando los motivos se convierten en comprensibles, podrá aprender sin castigo.
Os vamos a poner un ejemplo para que podáis entender esto: Imaginemos que el niño coge una figura decorativa que había encima de la mesa y la rompe. Puedes regañarle muy enfadada porque le habías dicho que no lo tocara en muchas ocasiones, y tendría que haber sido más obediente.
Pero párate un segundo a pensarlo. Lo cogió porque estaba allí: su curiosidad le llevó a examinar lo que era y su memoria y su comprensión aún no son tan buenas como para saber qué es lo que está prohibido.
Por otro lado, lo rompió porque su destreza aún no es la adecuada para manipular las cosas de forma delicada. Entonces, ¿fue realmente culpa suya? Si la figura era realmente importante para ti, ¿qué hacía a su alcance?. En realidad, sin darte cuenta está siendo castigado por ser un bebé.
En futuros artículos hablaremos de la disciplina en los niños, y algunos consejos para ayudarles a entenderla y asimilarla de la mejor forma posible.
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